miércoles, 31 de marzo de 2010


Cómo no escribir después de tamaña catástrofe, no había forma de suponer lo que ocurrió, no había modo de creer que algo asi me podría pasar, nos podría pasar. No es fácil, nosotros no perdimos nada, loza, como todo el mundo. La verdad es que ganamos, ¿Qué ganamos? Miedo, mucho miedo, cuántas cosas se pasaron por mi mente después de lo ocurrido. Increíblemente salimos ilesos, magníficamente estamos en la burbuja de Talcahuano, mi querido puerto. Y después, se veía venir, pero no lo esperábamos, el terremoto social, la verdadera cara de la sociedad escondida entre sonrisas falsas de conformismo de palabra, pero no de pensamiento. Sociedad cansada de ser pisoteada, y que logró tomar su propia justicia por las manos. La forma más grotesca de demostrar el descontento con los que les tocó, con lo que obligadamente les tocó, sin derecho a réplicas, no los justifico, no señor, pero tampoco los crucifico, porque, a decir verdad, yo no sé cómo reaccinaría en una situación diferente a la mía, las ancias de poder las creó el sistema señores. Ahora, los políticos me dejaron sobrepasada, la intendenta no hace más que hablar, hablar, hablar y hablar, me da asco. Con respecto al después, bueno, no queda más que se aporte, que agradecer de una u otra forma lo bien que golpeó dicho terremoto y tsunami a nuestra casa, es decir, nigún golpe a mi familia, cien golpes de ayuda para los demás. Hay que ser aporte, hay que ayudar. Eso espero, eso quiero. El terremoto, dolor intenso por las familias, sobrecogmiento, pensamientos, más dolor, despeseración, miedo, mucho miedo a no ser capaz de tener la posibilidad de controlar mi destino. No somos nada.